El antihéroe y el Titán sexual.

Creo que fue el escritor inglés John Le Carré quien afirmó “que se necesita ser un héroe para ser simplemente una persona decente”. Muy típico de este gran escritor dar tal definición, pues en las numerosas novelas que ha escrito, el personaje principal, lejos de ser el héroe al cual nos tiene acostumbrado Hollywood, es decir este individuo arrojado, valiente, que arrasa con todo lo que se le ponga por delante, incluyendo semáforos y féminas, es simplemente una persona común y corriente, con todos los defectos y virtudes que esto significa. Sus libros de espionaje son célebres por cuanto despoja de misticismo la imagen que tenemos de un espía y describe a uno de los jefes del espionaje británico, no con capa ni espada, sino más bien como un inteligente y sagaz burócrata, quién jamás en su vida ha disparado un arma o ha planeado un asesinato.

Este tipo de novela, al igual que las de Graham Green, otro escritor británico que narra historias de anti-héroes espías, son dignas de lectura, pues uno se siente reconfortado con la idea de que seres comunes y corrientes son capaces de grandes hazañas. Y por ahí es que van mis pensamientos. Pues cuando leo las peripecias sexuales de que se vanaglorian algunos de los sansones escritores de blogs, quienes afirman haberle añadido varios capítulos al Kama-Sutra y lo erotómano de algunas escritoras, me hago la misma pregunta que me hice cuando ví a Tom Cruise convertirse en samurai en un par de semanas. ¿Será posible? O por el contrario, ¿no aplica aquí aquel refrán que dice “dime de que presumes y te diré de que careces”?. Todavía tengo la duda.