La Trepanadora, perdón La Trepadora

Les cuento que el otro día sintonicé, como el que no quiere la cosa, a RCTV con la intención de ver la telenovela La Trepadora. Les confieso que no acostumbro a ver telenovelas, pues soy de fácil lagrimeo y ver la actuación y la calidad de la trama de dichos culebrones, le dan a uno unas intensas ganas de llorar.

¡Pero en fin!, dado que se trataba de una obra del maestro Rómulo Gallegos, pensé que algo de calidad se les habría pegado. Aclaro que el hecho que la principal actriz, Norkis Batista, esté buenísima no influyó en nada mi decisión. Lo juro por Fidel.

Pues bien, apoltronado cómodamente en el sofá que todavía debo, me calé la hora completa de la culebra, amenizada con los cortes comerciales donde me enseñaron a como dejar mi ropa más blanca. También vi como incitan voluptuosamente a las féminas a que tengan una piel mas suave, lo cual, por supuesto, no aplica en mi caso (si aplicara , además del jabón cremoso ese, tendrían que añadir una lija).

Mi impresión general es que si el maestro Gallegos viera lo que han hecho con su obra le daría sincope cardiaco que le regresaría a la tumba de inmediato. Comencemos con la actuación de la Noris, la cual debemos reconocer que no es Meryl Streep precisamente. Entre aleteos de párpados, retoza la chama de escena en escena sonriendo en forma que uno se pregunta si la tontera es genética o inducida por el efecto invernadero. Alterna la bobérica sonrisa con una cara de “yo-no-fui” que le provoca a uno darle una hostia para que se despierte.

¿Y que me dicen de la indumentaria? Resulta que a la chama le ponen una media camisa de esas que vende Don Regalón, artísticamente arremangada que deja al descubierto su anatomía desde el sostén hasta 15 cm por debajo del ombligo. Y no es que uno se queje en el aspecto visual (la chama tiene un ombligo muy seductor, sin contar lo demás), pero no deja de pensar que dado que la obra se desarrolla en el llano, el ataque de los mosquitos (y quién sabe si de los peones también) le habría dejado la barriga como un colador.

Y en cuanto al galán, ¡que les cuento! El diploma de actuación se lo dieron a Jean Paul Leroux en el INCE o en el Seguro Social, porque el tipo tiene una soltura y naturalidad en la actuación que lo hace ideal para interpretar el papel de momia (con vendaje preferiblemente) en cualquier película de terror.

Pero quien se la come de verdad es Aroldo Betancourt en el papel de Hilario Guanipa. Este actor, de reconocida y amplia experiencia, sigue actuando tan mal como la primera vez que salió a la pantalla. No sé quién le habrá dicho que actor carácter es sinónimo de perenne gritadera y agitación desaforada de los brazos. Pero lo bueno es cuando se manda en plan romántico, porque pone una cara de libidinoso que ya la quisiera para él Daniel Ortega.

Un toque tierno es el de los niños, quienes recitan con mucha naturalidad el guión al caletre, añadiéndole a la novela un toque de autismo sublime.

En resumen, otra iniciativa de la televisión para extender el atraso mental entre la audiencia (lo cual también se logra clonando a los guionistas)