Friday, October 09, 2009

Historia de Venezuela - El Descubrimiento


Después de varios días de bastante trabajo regreso a mi verdadera vocación que es divagar en el espacio bloguérico y hacer de la habladera de pendejadas un arte sublime. .


Pues bien, en un post anterior mariposeaba yo sobre el despelote caribeño y lo sabroso que es para muchos hacer lo que les sale del forro de las pelotas, ya que en esto encuentran la esencia de la auténtica libertad (tengo un amigo holandés que afirma alcanzar sensaciones orgásmicas al dar una vuelta en U en la Av. Francisco de Miranda, sensación que puede llegar hasta el nirvana cuando hay un policía presente).


Pues bien, ahondando en el tema, quisiera comentar que el despelote no es algo que surja en forma espontánea, sino que necesita, al igual que el buen brandy, muchos, muchísimos años de maduración. La evolución del despelote y la civilización occidental van a mano a mano, pero por caminos opuestos (como se puede ir mano a mano y por caminos opuestos, no tengo la menor puñetera idea, pero suena profundo). Y el ejemplo mas elocuente lo tenemos en el descubrimiento de nuestro país de lo cual paso a comentar.


El 14 de Noviembre de 1499 un tal Alonso de Ojeda, acompañado de su pana Américo Vespucio, llegaron a la parte septentrional de nuestro país después de haberse mandado un danzón en la isla Hispaniola con una indias en Punta Canas. Dicen cronistas de la época que ambos cargaban una curda (pea, en términos locales) fenomenal y que cuando la nao capitana enfiló por las orillas de lo que es hoy en día el Lago de Maracaibo, vieron casas flotantes y creyeron, en su coma etílico, encontrarse en Venecia.


Como no lograban ver la Plaza de San Marcos y la población local no estaba tan emperifollada como los venecianos (a decir verdad creo que andaban en pelotas, pero no me hagan mucho caso) los muy hijopútamos nos endilgaron el nombre de Venezuela, es decir una Venecia venida a menos.


El asunto es que el despelote comenzó desde el momento del desembarco. Alonso, seguido de Américo, quiso darle carácter de descubrimiento al asunto, y luciendo sus mejores galas (hasta se había encasquetado un tinte de L'Oreal que le puso rubio el cabello, pero con la textura de una mazorca), se dispuso a plantar el pendón real (con perdon del pendón de la Reina), poniendo rodilla en tierra y mirando al cielo no fuera a cagarle un pájaro. Es decir siguió al pie de la letra el protocolo del descubrimiento, sin que faltaran en el trasfondo individuos con brillantes armaduras comentando "¿que está haciendo este güevon?", banderas ondeando y lo que nunca falta, es decir un cura barrigón levantando un crucifijo en acción de gracias al todopoderoso de que las indias estuvieran tan buenas (lienzos de la época señalan discretamente un levantamiento en la sotana consecuencia de una temprana e incontenible erección, la cual tenía tal fuerza, que de haber sido la sotana de bronce y no de tela, el campanazo se hubiera oido en Logroño).


Se le ocurrió a Alonso dirigir unas palabras a la concurrencia, cuando un indio de nombre Terepaima (conocido en la tribu como "Cara e' Cochino Chaves) de la tribu arahucana se adelantó y le dijo que el no podia venir a descubrir América sin permiso de la Alcaldia y que el podía arreglar eso pues tenía un amigo que era primo de la esposa del compadre del Mago de la Tribu (instituyendo de esta forma el sublime arte de la "mordida").


Sacó Alonso del bolsillo, pues ya venía preparado para estas viscisitudes, un espejito y un collar de perlas made in Taiwan, los cuales entregó al hijo e'puta del indio. Este desdeño la ofrenda y mando a Alonso a lavarse ese culo, pues lo que el quería era billete. Obtuvo el descubridor sendos cheques viajeros los cuales fueron aceptados con benplácito por el indígena.


Lamentablemente la elocuencia del descubridor se vió empañada cuando los indios del auditorio le metieron un peñonazo por la armadura, un tomatazo por un ojo y subterfugiamente, le pusideron un petardo detrás de la oreja, el cual tras resonante estallido le produjo quemaduras en la mazorca, le puso la cara como un mapache y le dejo escuchando campanas por el resto de su vida.


Y así comenzó la historia de nuestro despelote. De ahí en adelante, como entenderán, nunca hubo forma de mantener la seriedad en nuestro país.
Remodulin
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