Los arrechos

Conozco gente que se jactan de ser arrechos. Es el tipo de persona que cuenta historias sobre como logró imponer su voluntad en una situación conflictiva por la fuerza de su carácter. Con frecuencia, esta gente arrecha son perros que ladran, pero no muerden. Pero no siempre es así. Pues hay arrechos que necesitan expresar continuamente su agresividad como forma de reafirmar su autoestima, la cual siempre está maltratada..
Se trata de gente que ve en cada gesto o palabra de alguien, un insulto, en cada ser humano, un enemigo. Es el Quijote que embiste contra las aspas de un molino, repeliendo una agresión que solo existe en su mente. El más común de esta especie es el que se la pasa tirando el carro al que más cerca le queda. Es la gente que siempre son parte del problema, nunca parte de la solución. Este tipo de persona, que por su auto-fama de arrecho está obligado constantemente a actuar agresivamente, resulta, en el mejor de los casos, un elemento irritante y, en el peor, una verdadera amenaza para las personas con quien en forma directa o indirecta entra en contacto.
El mayor error de los seres normales es engancharse en el anzuelo de conflicto que estas personas continuamente lanzan. Al engancharse, el agresivo ve gratificada su necesidad de agredir y cuanto más se extienda el conflicto, mucho mejor.
Un personaje de este tipo era el presidente de una compañía para la cual trabaje hace algún tiempo. Varias veces a la semana teníamos reuniones en las cuales este individuo arremetía contra cualquier persona en la reunión, lo cual hacía un tanto al azar. En una ocasión se comportó un tanto virulentamente con un compañero de trabajo, el cual respondió con algún que otro monosílabo. No habiendo logrado su objetivo de engancharlo, volcó los cañones hacia mi persona, lo cual, como de costumbre, me causó lo que el buscaba, es decir el enganche que provoca una tremenda arrechera.
Pues bien, le pregunté a mi compañero, porque no se había defendido. Me contestó, muy sabiamente, “él sabe que está errado, como sabe que yo estoy en lo correcto…solo necesita descargar su agresividad y simplemente no le hago el juego”. Y siguió tan tranquilo. El asunto me hizo reflexionar y así en la próximas reuniónes me negué a engancharme, aplicando monosílabas respuestas, con mínima alteración. El resultado fue increíble. Él dejo de molestarme, yo de arrecharme y en adelante nuestra relación de trabajo llegó hasta ser cordial.
Moraleja, el pleito que se gana es el que ni siquiera se inicia.