"Lamekulos" González
“Lamekulos” González no ha trabajado en toda su vida. Eso si, ha tenido muchos empleos, enchufado al gobierno de turno. Le ayudó su escalada en ese enjambre mutante que es la administración pública, el hecho que se hubiera graduado de abogado (después de 10 años de “tirapiedras”) en la U.C.V., título que logró más por cansancio de los profesores que por sus conocimientos. Sus creencias políticas, digamos que son un tanto flexibles. Rezó el rosario con Caldera, brincó charcos junto a Carlos Andrés, se reía a carcajadas de los malos chistes de Luis Herrera y le traía cachitos y dulces a la barragana Blanca Ibáñez. Pero su total ineptitud últimamente estaba resultando demasiado evidente y su estrella se estaba apagando poco a poco. Hasta que saltó a la palestra el “iluminao”.
Lamekulos vio que el cielo se le abría. Esa oportunidad no podía dejarla pasar. Así, armado de su curriculum de tirapiedras neorevolucionario contactó a otros jalabolas de oficio y logró emplastarse al proceso. Le fue bastante bien en esos diez años. Estaba como pez en el agua, pues su incapacidad, más que un impedimento, era una virtud en el nuevo régimen. Eso sí, siempre era el primero en donarse la boina y franela roja, no pelaba una marcha, se expresaba como si hubiera asaltado el Palacio de Invierno junto a Lenin y aplaudía a rabiar cuando era invitado al Aló Presidente.
Pero Lamekulos no estaba totalmente contento. Había logrado ser director de PDVSA, lo cual le ayudaba, sin duda, a matraquear buenos negocios, pero aspiraba a más, pues más revolucionario que él no había. Así que en una audiencia que logró con el “iluminao” le narró los imaginarios desmanes cometidos por las empresas de Guayana, manejadas por gringos, pitiyanquis y oligarcas. Estas palabras son como un “password” para su alteza, pues rápidamente se abre su portal de espíritu revolucionario.
Lamekulos estaba feliz. Había sido nombrado presidente de una de las empresas de Guayana y ahora mandaba más que batería de submarino. Sabiendo por donde untaban la mantequilla al pan, rápidamente mandó a cambiar el nombre y todos los logotiposde la empresa, llenó de consignas revolucionarias y fotos del “iluminao” las instalaciones y cambió la página “web” inundándola de zalamerías hacia el todopoderoso y consignas socialistas. De inmediato sustituyó a personal clave de la empresa por compadres, familiares, enchufaos y cualquier lamekulo de uña que se encontrara en la constelación rojita. Y también, claro, les suministró su ración a los asesores cubanos, quienes por primera vez en 50 años veían un bistec en vivo y directo.
Por supuesto, Lamekulos, no tenía la menor puta idea del negocio de la empresa que presidía. De hecho, su experiencia administrativa se limitaba al manejo de una Caja Chica en la Gobernación de Delta Amacuro cuando Caldera. Y la empresa, que abastecía al mercado nacional y exportaba el excedente, se encontraba ahora embonchinchada , disminuyendo su producción a una cuarta parte de lo que fabricaban anteriormente, sacando un producto de pésima calidad.
La empresa ya no era una empresa. Era una vaca a la que había que exprimirle hasta la última gota de leche, para después matarla. Pues eso fue lo que ocurrió. Los millones de dólares que costó expropiarla se fueron pa’l carajo y ahora todos están felices. Otro logro del gobierno.
Cuando ya no quedaba dinero ni para pagar la nómina, Lamekulos salió, no sin antes declarar que el saboteo de la CIA y la perfidia de Bush, causaron la quiebra de la empresa. Lamekulos, como premio a su brillante actuación, fue nombrado embajador en Francia.
Lamekulos vio que el cielo se le abría. Esa oportunidad no podía dejarla pasar. Así, armado de su curriculum de tirapiedras neorevolucionario contactó a otros jalabolas de oficio y logró emplastarse al proceso. Le fue bastante bien en esos diez años. Estaba como pez en el agua, pues su incapacidad, más que un impedimento, era una virtud en el nuevo régimen. Eso sí, siempre era el primero en donarse la boina y franela roja, no pelaba una marcha, se expresaba como si hubiera asaltado el Palacio de Invierno junto a Lenin y aplaudía a rabiar cuando era invitado al Aló Presidente.
Pero Lamekulos no estaba totalmente contento. Había logrado ser director de PDVSA, lo cual le ayudaba, sin duda, a matraquear buenos negocios, pero aspiraba a más, pues más revolucionario que él no había. Así que en una audiencia que logró con el “iluminao” le narró los imaginarios desmanes cometidos por las empresas de Guayana, manejadas por gringos, pitiyanquis y oligarcas. Estas palabras son como un “password” para su alteza, pues rápidamente se abre su portal de espíritu revolucionario.
Lamekulos estaba feliz. Había sido nombrado presidente de una de las empresas de Guayana y ahora mandaba más que batería de submarino. Sabiendo por donde untaban la mantequilla al pan, rápidamente mandó a cambiar el nombre y todos los logotiposde la empresa, llenó de consignas revolucionarias y fotos del “iluminao” las instalaciones y cambió la página “web” inundándola de zalamerías hacia el todopoderoso y consignas socialistas. De inmediato sustituyó a personal clave de la empresa por compadres, familiares, enchufaos y cualquier lamekulo de uña que se encontrara en la constelación rojita. Y también, claro, les suministró su ración a los asesores cubanos, quienes por primera vez en 50 años veían un bistec en vivo y directo.
Por supuesto, Lamekulos, no tenía la menor puta idea del negocio de la empresa que presidía. De hecho, su experiencia administrativa se limitaba al manejo de una Caja Chica en la Gobernación de Delta Amacuro cuando Caldera. Y la empresa, que abastecía al mercado nacional y exportaba el excedente, se encontraba ahora embonchinchada , disminuyendo su producción a una cuarta parte de lo que fabricaban anteriormente, sacando un producto de pésima calidad.
La empresa ya no era una empresa. Era una vaca a la que había que exprimirle hasta la última gota de leche, para después matarla. Pues eso fue lo que ocurrió. Los millones de dólares que costó expropiarla se fueron pa’l carajo y ahora todos están felices. Otro logro del gobierno.
Cuando ya no quedaba dinero ni para pagar la nómina, Lamekulos salió, no sin antes declarar que el saboteo de la CIA y la perfidia de Bush, causaron la quiebra de la empresa. Lamekulos, como premio a su brillante actuación, fue nombrado embajador en Francia.
3 Comments:
Y así como él hay tantos :S, no estaba muerta ni de parranda jajaja ando poniéndome al día.
Saludos Jose...
Lamekulos parece haberse clonado, y los clones ocupan todos los puestos claves en las empresas del Estado.
Sería bueno haber estado en Venezuela, para haber visto esa fantochada de alo presidente (hasta el nombre es cutre) y saber exactamente quien es el Señor Lame.., cual es la empresa que dirigía. Porque me juego la cabeza de que no hablas de un lamekulos cualquiera.
Y hablando de otra cosa, reaparesco por aquí para decirte que sigo pero de otra forma y en otra dirección.Por eso, y aunque sea una práctica poco elegante,no me queda otra que pedirte que pases por mi blog ( del que has sido tan fiel visitante y por lo que te estoy tan agradecida) para que encuentres allí la información pertinente
Besos
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